Cuando las heridas son realizadas por aquellos que están a nuestro
lado, por aquellos que ocupan un lugar en nuestro corazón, es difícil
perdonar".
Si eres como muchos, seguramente hay alguien en tu vida que te ofende o hiere diariamente.
Cuando las ofensas son producidas por personas que conocemos en forma ocasional, es más fácil practicar el perdón, pero cuando las heridas son realizadas por aquellos que están a nuestro lado, por aquellos que ocupan un lugar en nuestro corazón, sobre todo cuando la ofensa se realiza en forma constante, es difícil perdonar.
No tenemos la habilidad de borrar nuestro registro de recuerdos, pero si pudiéramos borrar de nuestro recuerdo cada vez que alguien nos ofende, sería maravilloso.
La próxima vez que viéramos a esa persona, no tendríamos ninguna sombra que oscureciera la buena imagen que tenemos de ella, no tendríamos nada guardado, esto haría que el proceso del perdón fuera más fácil. Pero, en cambio, nuestra tendencia natural es recordar las cosas malas que otros nos hacen. El deseo de vengarnos da lugar muchas veces a todo tipo de situaciones y conversaciones imaginarias donde vemos al que le ofendió pagando las consecuencias de "haberse metido con nosotros".
Perdonar a alguien por una única ofensa no es tan difícil como hacerlo con alguien que te hiere constantemente.
Aparentemente esta era el dilema que estaba enfrentando Pedro "...Señor, ¿cuantas veces perdonare a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. (Mateo 18:21-22).
Cuando estamos en la situación de Pedro, es decir, cuando sentimos que ya hemos perdonado demasiado y es hora de tomar "cartas en el asunto", podemos sin darnos cuenta estar parados frente a una gran trampa que ha destruido la vida de muchas personas, esta trampa es similar a la que utilizan los cazadores de osos, está compuesta por dos filas de hierros dentados que se cierran y se abren, similares a una gran dentadura. La fila de dientes superiores reciben el nombre de falta de perdón y los dientes inferiores se conocen con el nombre de amargura.
Cuando caes en esta trampa, cuando sus filosos dientes te atrapan y desgarran tu alma, comienza un proceso paulatino en tu vida, de muerte y dolor.
Las personas resentidas, que no pueden perdonar, someten su vida a un proceso autodestructivo. El enojo, la frustración, los problemas gastrointestinales y de tensión arterial, los dolores musculares, el insomnio, los problemas cardiacos, la falta de atención o concentración, las adicciones etc., forman parte de este proceso, y se nutren y fortalecen cada día a través de nuestra falta de perdón.
Querido amigo, no alimentes a esas bestias que terminaran devorando tu vida, decide perdonar. Si pones de un lado de la balanza tu problema, la incomprensión, el desacuerdo que provoco el conflicto, y por el otro lado todo el sufrimiento y las consecuencias que estas experimentando por rehusarte a perdonar, ¿vale la pena tanto dolor, es necesario atravesar por ese camino de sufrimiento y amargura? ¿Es justo que tus seres queridos paguen las consecuencias de tu resentimiento?
"Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados..." (Hebreos 12:15)
La frase " Mirad bien" es significativa. El Espíritu Santo sabía muy bien que muchos padecemos la tendencia de mirar bien los errores de los demás y no los nuestros. En cambio somos animados por esta palabra a mirar con detenimiento y en forma exhaustiva nuestro corazón.
En ocasiones este tipo de análisis profundo acompañado de oración, revela lo que hay dentro de nosotros. Una vez que vemos nuestro interior a la luz de Dios, es conveniente tomar las medidas necesarias y aplicar el remedio de la confesión, el arrepentimiento y el perdón.
De otra manera seguiremos en la situación de muchos cristianos que tratan de avanzar y crecer en la fe, pero lamentablemente se encuentran siempre en el mismo lugar. Las promesas de Dios no hallan cumplimiento en sus vidas y en vez de vivir una vida abundante y poderosa, son víctimas del fracaso, el vacío y la frustración. Es lógico pues " han dejado de alcanzar la gracia de Dios" al permitir que la amargura, la falta de perdón y el resentimiento, brotaran dentro de sí.
Querido amigo que nada impida que la gracia de Dios fluya en toda su plenitud hacia tu vida, esa gracia fluyendo, permaneciendo y llenándote continuamente, hace que tu vida nunca más sea la misma. Te transformaras en una persona satisfecha, completa, atractiva, pues la plenitud de Dios te llena a cada instante, permitiéndote vivir una vida victoriosa.
A todos nos gusta estar junto a personas así, cerca de aquellos que con su vida nos transmiten paz, armonía, plenitud, gozo, no simplemente porque dibujan una sonrisa en su rostro y aparentan estar bien, o porque se ponen una máscara de religiosidad, sino más bien porque con sinceridad transmiten la plenitud y la gracia de Dios que habita en ellos.
Querido amigo, todos podemos transformarnos en esa clase de personas, y en vez de herir con nuestras palabras y actitudes a quienes nos rodean, podemos perfumar sus vidas con la fragancia de Cristo que emana de lo profundo de nuestro ser.
Toma hoy la decisión de perdonar, de arrancar de tu corazón toda raíz de amargura, y determina con firmeza caminar continuamente bajo el favor de Dios.
Si eres como muchos, seguramente hay alguien en tu vida que te ofende o hiere diariamente.
Cuando las ofensas son producidas por personas que conocemos en forma ocasional, es más fácil practicar el perdón, pero cuando las heridas son realizadas por aquellos que están a nuestro lado, por aquellos que ocupan un lugar en nuestro corazón, sobre todo cuando la ofensa se realiza en forma constante, es difícil perdonar.
No tenemos la habilidad de borrar nuestro registro de recuerdos, pero si pudiéramos borrar de nuestro recuerdo cada vez que alguien nos ofende, sería maravilloso.
La próxima vez que viéramos a esa persona, no tendríamos ninguna sombra que oscureciera la buena imagen que tenemos de ella, no tendríamos nada guardado, esto haría que el proceso del perdón fuera más fácil. Pero, en cambio, nuestra tendencia natural es recordar las cosas malas que otros nos hacen. El deseo de vengarnos da lugar muchas veces a todo tipo de situaciones y conversaciones imaginarias donde vemos al que le ofendió pagando las consecuencias de "haberse metido con nosotros".
Perdonar a alguien por una única ofensa no es tan difícil como hacerlo con alguien que te hiere constantemente.
Aparentemente esta era el dilema que estaba enfrentando Pedro "...Señor, ¿cuantas veces perdonare a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. (Mateo 18:21-22).
Cuando estamos en la situación de Pedro, es decir, cuando sentimos que ya hemos perdonado demasiado y es hora de tomar "cartas en el asunto", podemos sin darnos cuenta estar parados frente a una gran trampa que ha destruido la vida de muchas personas, esta trampa es similar a la que utilizan los cazadores de osos, está compuesta por dos filas de hierros dentados que se cierran y se abren, similares a una gran dentadura. La fila de dientes superiores reciben el nombre de falta de perdón y los dientes inferiores se conocen con el nombre de amargura.
Cuando caes en esta trampa, cuando sus filosos dientes te atrapan y desgarran tu alma, comienza un proceso paulatino en tu vida, de muerte y dolor.
Las personas resentidas, que no pueden perdonar, someten su vida a un proceso autodestructivo. El enojo, la frustración, los problemas gastrointestinales y de tensión arterial, los dolores musculares, el insomnio, los problemas cardiacos, la falta de atención o concentración, las adicciones etc., forman parte de este proceso, y se nutren y fortalecen cada día a través de nuestra falta de perdón.
Querido amigo, no alimentes a esas bestias que terminaran devorando tu vida, decide perdonar. Si pones de un lado de la balanza tu problema, la incomprensión, el desacuerdo que provoco el conflicto, y por el otro lado todo el sufrimiento y las consecuencias que estas experimentando por rehusarte a perdonar, ¿vale la pena tanto dolor, es necesario atravesar por ese camino de sufrimiento y amargura? ¿Es justo que tus seres queridos paguen las consecuencias de tu resentimiento?
"Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados..." (Hebreos 12:15)
La frase " Mirad bien" es significativa. El Espíritu Santo sabía muy bien que muchos padecemos la tendencia de mirar bien los errores de los demás y no los nuestros. En cambio somos animados por esta palabra a mirar con detenimiento y en forma exhaustiva nuestro corazón.
En ocasiones este tipo de análisis profundo acompañado de oración, revela lo que hay dentro de nosotros. Una vez que vemos nuestro interior a la luz de Dios, es conveniente tomar las medidas necesarias y aplicar el remedio de la confesión, el arrepentimiento y el perdón.
De otra manera seguiremos en la situación de muchos cristianos que tratan de avanzar y crecer en la fe, pero lamentablemente se encuentran siempre en el mismo lugar. Las promesas de Dios no hallan cumplimiento en sus vidas y en vez de vivir una vida abundante y poderosa, son víctimas del fracaso, el vacío y la frustración. Es lógico pues " han dejado de alcanzar la gracia de Dios" al permitir que la amargura, la falta de perdón y el resentimiento, brotaran dentro de sí.
Querido amigo que nada impida que la gracia de Dios fluya en toda su plenitud hacia tu vida, esa gracia fluyendo, permaneciendo y llenándote continuamente, hace que tu vida nunca más sea la misma. Te transformaras en una persona satisfecha, completa, atractiva, pues la plenitud de Dios te llena a cada instante, permitiéndote vivir una vida victoriosa.
A todos nos gusta estar junto a personas así, cerca de aquellos que con su vida nos transmiten paz, armonía, plenitud, gozo, no simplemente porque dibujan una sonrisa en su rostro y aparentan estar bien, o porque se ponen una máscara de religiosidad, sino más bien porque con sinceridad transmiten la plenitud y la gracia de Dios que habita en ellos.
Querido amigo, todos podemos transformarnos en esa clase de personas, y en vez de herir con nuestras palabras y actitudes a quienes nos rodean, podemos perfumar sus vidas con la fragancia de Cristo que emana de lo profundo de nuestro ser.
Toma hoy la decisión de perdonar, de arrancar de tu corazón toda raíz de amargura, y determina con firmeza caminar continuamente bajo el favor de Dios.