Lamentablemente no sucede así siempre. De hecho, menos veces de las que quisiéramos. Estamos rodeados de personas que iniciaron relaciones de pareja, incluso varias veces, y que terminaron en algún momento. Divorcios, separaciones, rupturas son parte de la vida. Seguramente son también parte del plan de Dios para todos, que está en todas partes y nos regala el don de la vida y también el de libre albedrío. El más grande de todos los obsequios, poder decidir.
No quiere decir esto que Dios nos abandona cuando estamos solos o tristes. Incluso está con nosotros en los momentos más oscuros. Si te sientes enojado(a), con ganas de patear algo o romper un jarrón contra la pared. Si sientes deseos de llorar y tal vez quieras aislarte. O dormir para no pensar, Dios también está contigo, pues nada sucede sin su consentimiento. Estás viviendo una experiencia dolorosa, y una vez que la superes habrás crecido en tu interior para ser mejor persona.
Acepta la ruptura, no estás solo/a, Dios está siempre contigo
La aceptación es el primer paso. Y es indispensable. Si tu pareja ya no está (y en este punto las razones se vuelven irrelevantes), pues se fue y ya está. Hay que aceptarlo y seguir adelante. Claro que no es tan fácil como tirar una piedra al río, pero el tiempo y la decisión van haciendo el trabajo.
Tal vez te gustaría olvidar, pero eso no es posible. En cambio podemos crear nuevos recuerdos, vivencias, experiencias gratas que ocupen nuestro tiempo y forjen nuevas referencias a las que acudir. Y estar ocupados haciendo otras actividades, otras cosas, es fundamental. Tienes una herida y eso duele. Puedes ofrecerle tu sufrimiento al Señor, que mucho nos entiende, y continuar.
Que Dios nos hizo como somos, carne y espíritu. Y cuando somos felices nuestro cuerpo produce unas hormonas que se llaman dopamina, serotonina y endorfinas que sacuden nuestro cerebro y nos mantienen en un estado de ebriedad interna. Como flotando. Y cuando la relación se acaba extrañamos esa permanente excitación, nos hace falta como un adicto a su sustancia, aunque claro que con el tiempo esa necesidad disminuye hasta volverse solo un recuerdo borroso.
Y si en la relación hubo sexo, pues mucho más. Si cuando estamos enamorados hasta rozarse un dedito produce temblores y escalofríos; si una mirada pícara o una sonrisa se convierten en lo más importante del mundo, pues con toda razón ahora estás entre el llanto y la ira. Pero créeme, se supera. Si en este momento estás viendo al futuro como a través de un vidrio empañado y no se percibe lo que hay más allá, es el momento de dar un paso con fe. El alivio viene. Necesita decisión, serenidad y que transcurra un poco el tiempo, pero seguro que viene.
No guardes rencor: amarás a tu prójimo como a ti mismo
Que gran alivio podemos sentir los cristianos, al pensar en esta frase. Amarnos a nosotros mismos, y a los demás. No hay espacio para el rencor, el odio. Ni siquiera para la indiferencia. En realidad el espacio podemos ocuparlo todo con el más hermoso de los sentimientos: el agradecimiento.
Y no cabe el rencor en un alma agradecida. En esta situación podemos dar gracias por la experiencia vivida. Por el amor. Incluso por estos sentimientos de ahora, que nos confunden y entristecen. Las despedidas son tristes, aun sabiendo que luego del viaje habrá bienvenidas.
Si te hizo daño, pues se fue y se lo lleva. No deja oscuridad en ti, al contrario. Quizás no lo veas ahora, pero ganaste. Te quedó la vivencia y se fue el mal. Gracias, Señor.
Quédate con amigos que te apoyen, también con el Señor que está contigo
En estos momentos es probable que te cueste bastante estar rodeado de otras personas. Que prefieras la soledad por un tiempo, y estés atrapada(o) en pensamientos circulares. Preguntándote ¿por qué? ¿qué pude haber hecho diferente? ¿qué pude haber hecho mejor? No te tortures así. Esas preguntas no tienen respuesta, simplemente la vida es así.
Aislarte para auto flagelarte, para estar en tu depresión y torturarte no ayuda, te lastima aún más y te perjudica. Prolonga el sufrimiento, aleja la curación, aumenta el dolor. Aunque cueste es el mejor momento para buscar la compañía de aquellos que te quieren bien. Tú sabes quiénes son. Familia, amigos, compañeros en los que confías. Puedes contarles cómo te sientes, y cuando expresas, pones en palabras los hechos y sentimientos, les quitas el poder de herirte. Los pones en perspectiva y alejas. Seguramente tendrás a cambio comprensión, buenos consejos y más personas orando por ti y tu recuperación, que Dios obra milagros también y lo hace a través de la oración y el amor. Dar el primer paso puede parecer difícil, pero al momento de darlo verás que en realidad es lo que quieres, es iniciar la curación.
Aprende a olvidar: perdonad y seréis perdonados
¿Y el perdón?. Qué hermoso ¿verdad? Dios se lleva el rencor de tu corazón y lo asume para sí, dejando tu espíritu libre para que puedas volver a sentir y a amar. Porque la vida no se ha terminado, más bien ahora regresa a ti el poder de entregar tus sentimientos y tu corazón a quien escojas, sin apuro y sin presiones.
Has ofrecido tu sufrimiento y has decidido continuar. Con fe y sin rencor. Solamente pueden pasarte cosas buenas ¿verdad? Con una sonrisa en los labios revisa tu aspecto, acomoda tu ropa, arréglate el pelo, lustra tus zapatos y prepárate. Inicia una nueva aventura y vaya que estás listo o lista para vivirla, aprovecharla y disfrutarla. Después de la oscuridad y la tristeza has emergido, salido del túnel y ahora viene lo mejor.
Amate a ti y aprenderás amar a otra persona y a Dios sobre todas las cosas
Sabias palabras. Que el amor a Dios pasa por el amor al hombre. Y tu primer amor tiene que ser para la persona más importante del mundo para ti ¡Tú! Que tienes que estar muy bien para ser portador o portadora de las buenas nuevas. Que tienes la responsabilidad de convertirte en faro, para iluminar a los demás. ¿Cuál sufrimiento? Ya quedó atrás, en el pasado. Con tu fe y tu determinación inicias una nueva etapa.
Y como el amor hay que demostrarlo, también necesitas hacerlo contigo. Consentirte, hacer aquello que te gusta, descansar bien, alimentarte. Hacer ejercicio, que cuando nos ejercitamos nos llenamos de serotonina y eso nos inunda de alegría, apetito, fuerza y nos ayuda a dormir.
Y te sugiero que hagas una lista con tus metas. Sencilla y cumplible. Por escrito, para que puedas revisarla a menudo y hacerle ajustes si lo requiere. Así podrás felicitarte por tus logros y agregar nuevos objetivos al cumplir los anteriores. Felicítate mucho, que lo estás haciendo muy bien. Y sonríe. Todo lo que puedas