El significado de este término compuesto es suficientemente obvio, para todos debiera ser familiar con el significado de sus dos partes. Pero el asunto indicado por el nombre es por ningún medio tan fácil de entender. Por eso que hay una tan extraña y alarmante incompatibilidad entre el concepto del diablo y de un objeto de adoración, que la combinación en este caso bien puede presentar una grave dificultad.
Mientras más somos capaces de entender acerca del personaje y la historia del Demonio y acerca de la verdadera naturaleza de la adoración, más difícil es creer que el hombre pueda ser conducido, incluso en la mayor extremidad de locura y maldad, a la adoración del Demonio.
A pesar de todo, increíble como pueda parecer, es desafortunadamente verdad que alguna adoración de este tipo ha predominado varias veces y en medio de diversas razas de la humanidad.
Las siguientes consideraciones pueden ayudar en algún grado a aclarar la dificultad presentada por este singular fenómeno.
En primer lugar sería bueno recalcar la analogía entre la adoración hecha a un ser divino y el tributo que se paga a un rey. Ambas del mismo modo son pruebas sensibles de servicio y sujeción.
El caso de los reyes, aparte del complaciente servicio pagado a un solo y legítimo soberano, pueden haber tributos pagados a algunos opresores extranjeros o chantajes de mala gana pagados a algunos piratas o intrusos en orden de desaprobar los males que pueden ser temidos en sus manos.
Y por tanto en el caso de adoración religiosa; podemos encontrar que en el rudo politeísmo de razas bárbaras, los dioses no eran sólo varios en número sino que diversos en carácter.
Además de la adoración de buena voluntad ofrecida a seres buenos y benefactores en el servicio del amor y gratitud, existe una especie de chantaje litúrgico ofrecido a los dioses malignos o demonios en orden de apaciguarlos y prevenir su ira.
En la manera de ser, cuando pasamos de Politeísmo al filosófico Dualismo, donde los mundos de luz y tinieblas, del bien y del mal, claramente definidos, están constantemente combatiéndose los unos contra otros por sobre el hombre bueno que ofrece adoración al dios bueno, Ahura Mazda, existen los adoradores del malvado Daeva, quienes sacrifican para los demonios y para Ahriman sus jefes, el principio de la maldad.
Otra fuente de esta extraordinaria adoración puede ser encontrada en el hecho que en los primeros días cada nación tenía sus propios dioses; de aquí la rivalidad racial y odio algunas veces dirigido por una nación para considerar las divinidades protectoras, de sus enemigos tales como demonios malignos.
De esta manera muchos que sólo adoran dioses a quienes ellos mismos consideran como seres buenos serían llamados adoradores del demonio por hombres de otras naciones. Tal puede ser el caso con los adoradores de Daeva en el Avesta.
De la misma manera los griegos y romanos pueden haber adorado a sus divinidades, con cariño creyéndolos buenos. Pero las Sagradas Escrituras Cristianas declaran que todos los dioses de los gentiles son demonios. Esta declaración, puede ser añadida, no fueron las palabras de una raza rival sino que la enseñanza de la Sagrada Escritura.
A Pesar de que los Padres y teólogos expliquen el asunto, los ángeles caídos además de tentar y atacar a los hombres de otras maneras han trabajado sus miedos y excitando su codicia, traído para que les rindan adoración bajo el título de ídolos.
Si no en todos los casos, parece ser que en la mayoría de las adoraciones paganas, especialmente en sus peores y más envilecidas formas, fue ofrecida a los demonios.
Esto puede explicar algunas de las manifestaciones en los antiguos oráculos paganos. Y algo del mismo tipo en las manifestaciones demoníacas en medio de modernos demonólatras en la India.
No ha habido reducción de naciones paganas, ya que en conexión con las prácticas mágicas y ocultismo algunas formas de adoraciones demoníacas aparecen en la historia hereje de Europa medieval. Görres, en su gran trabajo en el Misticismo Cristiano, da algunos detalles curiosos y repulsivos de su obsceno ceremonial.
De avanzados años parece ser que ha habido recrudecimiento de esta superstición maligna en ciertos países de Europa. Aunque hay auténtica evidencia que confirma la existencia de estas prácticas diabólicas, la verdad es tirada por tierra con un montón de leyendas, muchos cargos de este tipo son falsos o enormemente exagerados y una cantidad de personas inocentes han sido cruelmente muertas bajo cargos de brujería o adoración demoníaca.
Está bien también recordar las palabras de San Agustín: “Non uno modo sacrificatur traditoribus angelis”; y posiblemente la calumnia y la crueldad pueden ser formas más peligrosas de adoración demoníaca que todos los ritos oscuros de la medicina africana o magos medievales. W. H. KENT
Traducido por Rodrigo Díaz García
The Catholic Encyclopedia, Volume I Copyright © 1907 by Robert Appleton Company Online Edition Copyright © 1999 by Kevin Knight Enciclopedia Católica Copyright © ACI-PRENSA