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Vive victoriosamente




“¿CON QUÉ LIMPIARÁ EL JOVEN SU CAMINO? ¡CON GUARDAR TU PALABRA!” (Salmo 119:9)
¿Estás cansado de vivir siendo un fracaso? Entonces, métete en la Palabra de Dios ¡y deja que ella se mete en ti! “Un versículo cada día mantiene al diablo lejos de ti” es un dicho bonito, ¡pero se necesita bastante más que eso! La Palabra de Dios es como la medicina: no hace falta que sepas cómo funciona, sólo tienes que seguir tomándotela. Algo maravilloso sucede cuando te empapas de las Escrituras. La tentación pierde su poder y una fuerza vencedora la reemplaza. Además, cada vez que un versículo resalta en tu mente, el hambre por la Palabra de Dios aumenta.
Pero esto significa que leas la Biblia aun cuando no tienes ganas o tiempo, o parezca que no estás sacando mucho como resultado. El Señor dice: “...como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y... riega la tierra y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra y pan al que come, así será mi Palabra...: no volverá a mí vacía, sino que hará lo que Yo quiero...” (Isaías 55:10-11). No tienes que experimentar ciertas sensaciones para saber que la Palabra de Dios está operando en tu interior. David dijo: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra Ti” (Salmo 119:11), y después oró: “Abre mis ojos, para que vea las maravillas de tu Ley”(Salmo 119:18 – La Biblia de las Américas). Ésta es una oración que el Señor contestará. Jesús dijo: “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado” (Juan 15:3). ¿Quieres vivir de una manera limpia? Deja que tu mente se sature de la Palabra de Dios y que rebose sobre ti hasta que desaparezca todo rastro de carnalidad.

Practica la autodisciplina

Salomón dijo: “Mejor es el que... domina su espíritu que el conquistador de una ciudad” (Proverbios 16:32). Así que, ¿cómo llevas el dominio propio? Aquí tienes algunas cosas prácticas que puedes empezar a hacer para que eso sea más real en tu vida: (a) Cada día, empieza haciendo primero las cosas más difíciles. Si te distraes, céntrate de nuevo y termínalas. Por ejemplo, haz la cama, recoge la ropa y friega los platos; no des más trabajo a otros: “Todo lo que te venga a mano para hacer, hazlo según tus fuerzas...” (Eclesiastés 9:10). No empieces varios proyectos al mismo tiempo, haz una cosa a la vez; (b) Disciplínate a ser puntual. La tardanza es un hábito difícil de cambiar. Para vencerlo, debes llamarlo por su nombre: una conducta desconsiderada y egoísta; (c) Planea las cosas con antelación. Todo tarda más de lo que te piensas, y por lo tanto, no esperes hasta el último momento para luego correr como un pollo sin cabeza. Vivir bajo presión puede provocar úlceras, mientras si haces las cosas con tiempo, eso resulta bueno para la salud y te produce paz;(d) Acepta la corrección de los que se preocupan por ti, sin refunfuñar o contraatacar. La Biblia dice: “...con los prudentes está la sabiduría...” (Proverbios 13:10b). Si eres sabio, agradecerás las sugerencias y buscarás consejo. Una vez, Ghandi dijo: “Hay siempre un limite a la autocomplacencia, pero no lo hay para el autodominio”. De manera que, pídele a Dios que te ayude a controlar tus pensamientos, sentimientos, deseos y conductas rebeldes. Reconoce las áreas que más te cuestan controlar, déjate de excusas, enfréntate a la verdad aunque te duela, no tengas lastima de ti mismo y márcate algunos objetivos alcanzables. En otras palabras, aprueba lo mejor (lee Filipenses 1:10).

Aprende a escuchar de verdad

“...EL SABIO OBEDECE EL CONSEJO” (Proverbios 12:15b)
Vivimos en la era de la “cabeza parlante”, con programas de reality shows en la televisión, noticias las veinticuatro horas al día y charlas en la radio. Aunque no todo es malo, hemos aprendido a “emitir” más que a “sintonizar”. Salomón dijo: “En las muchas palabras no falta pecado; el que refrena sus labios es prudente” (Proverbios 10:19). En otras palabras, si no tienes nada que decir, ¡no digas nada! ¿Por qué? Porque cuanto más hables en ese momento, menos gente te va a escuchar (o a respetar). Se dice que Dios diseñó los oídos para que estuvieran siempre abiertos y la boca para estar cerrada, ya que por sólo escuchar difícilmente te metes en problemas. Salomón escribió: “El que ahorra palabras tiene sabiduría... Aun el necio, cuando calla, es tenido por sabio” (Proverbios 17:27-28). Así que, si no puedas mejorar una situación silenciosa, ¡quédate callado!
En Proverbios 1:22-23 se menciona a personas que son ingenuas e insensatas, que literalmente significa: ‘bobos’, ‘torpes’ o ‘lentos” y describe a aquéllos que son insensibles hacia los pensamientos y sentimientos de los demás. Todos hemos estado a merced de ese médico que nos trató con frialdad, el profesor que nos adormeció con su discurso o el vendedor que se centró sólo en su comisión. William C. Tacey escribió: “A los malos oyentes se les clasifica desde impacientes (“¡Eso no es nada! Espera a que te cuente lo que yo he hecho”) hasta los que están tan absorbidos en sus propios pensamientos que no se dan ni cuenta de que alguien está hablando. Si quieres comunicarte con eficacia, aprender a escuchar activa y constructivamente es tan importante como aprender a hablar”. Recuerda que el chismoso habla de otras personas, un pelmazo habla de sí mismo, pero un hombre sabio te habla a ti acerca de ti, y después escucha a lo que tienes que decir. Si eres un buen escuchador, la gente no sólo irá a buscarte, te harás más sabio, y también ganarás amigos.