Es necesario estar preparados para aprovechar la frustración o la decepción en función de nuestro crecimiento personal. Esto es, comprender que estas situaciones existen para que seamos capaces de crecer y mejorar. No las podemos entender como experiencias totalmente destructivas, sino que tenemos que ser capaces de soportar el dolor que ella nos produce y buscar como nos ayudan a adelantarnos en nuestro propio proyecto de vida.
Para ello te propongo que reflexiones varias cosas: primero, hay que estar preparados para el error y la falla del otro, porque está hecho del mismo material que nosotros y así como nosotros somos proclives al error también los otros lo son. Segundo, hay que tener claro que todo tiene solución y que no podemos darnos por vencidos ante nada, y que todo somos capaces de soportarlo y de superarlo. Tercero, es importante preguntarse qué me aporta esa situación que estoy viviendo, qué me enseña, para el futuro cómo esta experiencia puede serme útil. Cuarto, no olvidar lo que nos ha enseñado Romanos 8,28 “Dios dispone todas las cosas para el bien de los que le aman”. Si tienes claro esto y puedes actuar con inteligencia y decisión, estoy seguro que aprenderás en la escuela del fracaso a ser feliz y a darte cuenta que todas las cosas nos ayudan si nos dejamos ayudar por ellas.
Por eso lo que tenemos que hacer ante las frustraciones es vivirlas con total intensidad de manera que cumplan su función de hacernos cada vez mejores. En este sentido, me fascina el reclamo que le hace el profeta Habacuc al Señor: “Señor, ¿hasta cuándo gritaré pidiendo ayuda sin que tú me escuches? ¿Hasta cuándo clamaré a causa de la violencia sin que vengas a librarnos? ¿por qué me haces ver tanta angustia y maldad? También nosotros hemos tenido ganas de hacerle a Dios esos reclamos. Nos preguntamos por qué Dios no responde rápido a nuestras peticiones o por qué suceden tantas cosas malas sin que Él haga algo.
De hecho muchas veces sentimos que nuestra fe tambalea porque vemos que Dios no hace pronto lo que nos ha prometido. Habacuc pide una respuesta y Dios se las da: “Escribe en tablas de barro lo que voy a mostrar, de modo que pueda leerse de corrido. Aún no ha llegado el momento de que esta visión se cumpla; pero no dejará de cumplirse. Tú espera, aunque parezca tardar pues llegará en el momento preciso”. Es una respuesta contundente: Dios no se ha olvidado de las promesas que nos ha hecho. Él va cumplir su palabra de hacer que el bien venza al mal. Pero debemos ser pacientes y esperar el tiempo preciso.
No podemos desesperarnos y dejar que el desespero nos haga dudar del Poder de Dios y de su amor por nosotros. No podemos dejar que el desespero nos lleve a equivocarnos. El siempre nos escucha y quiere darnos lo mejor pero no lo hará en nuestro tiempo sino en su tiempo. Nosotros no sabemos realmente que es lo mejor para nosotros porque no tenemos una visión completa de la vida, en cambio Dios si sabe que es lo que más nos conviene porque El desde el cielo lo ve todo y tiene ante sus ojos el presente y el futuro. Hay que ser pacientes y tratar de vivir dóciles a su Espíritu Santo para que El nos muestre hacia donde tenemos que ir y caminar. Dice el refranero “Dios tarda pero no olvida” eso lo tenemos que tener presente todos los días al levantarnos, orar y salir a trabajar: Dios responderá a nuestra petición de la mejor manera. Siempre lo que El haga será lo mejor para cada uno de nosotros.
Hoy estamos invitados a seguir creyendo y confiando a no darnos por vencidos, y a no abandonar nuestra fe así muchas veces parezca que Dios no nos está escuchando porque no vemos sus acciones.