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La fe en tiempos del coronavirus.







Al principio, me resistía a escribir sobre el tema, pues ya lo tenemos muy presente en todos los telediarios y titulares en Twitter; sin embargo, además de reconocer y motivar los esfuerzos en materia de prevención y salud, toca decir unas palabras desde la fe.

Básicamente, hemos escuchado dos corrientes. Aquellos que asumen el coronavirus en un tono apocalíptico, incluso de castigo divino y los que, sin atribuirle a Dios lo que pertenece al libre movimiento de la naturaleza, saben leer el problema desde Jesús. Sin duda, me cuento entre los segundos y de ahí parto.

Nuestra fe sabe descubrir luz en las horas más oscuras. No es la primera vez. Por ejemplo, a San Juan Bosco le tocó la epidemia del cólera y, en vez de asustarse o perder la fe, hizo lo que estaba en sus manos para prevenirlo sin el más mínimo rastro de ingenuidad o visión mitológica. El resto, supo ponerlo en manos de Dios. Algunas personas se ríen de que hagamos oración para poner fin al contagio. Sienten que, con ello, rechazamos el papel de la medicina; sin embargo, para nosotros, como católicos, las dos cosas son importantes y complementarias. La oración interviene. Basta darse una vuelta por Lourdes o, en su caso, por la Congregación de la Causa de los Santos en las que abundan casos de curaciones inexplicables para la ciencia. Con todo, el punto no es ese, sino leer los acontecimientos a la luz de la fe, de la Espiritualidad de la Cruz, pero quise aclararlo por si algún lector supone que Jesús y la ciencia son incompatibles.

¿Cómo vivir la fe en tiempos del coronavirus? Cuatro claves:

1.       Ser responsables y respetar las medidas en materia de salud pública. Aunque alguno piense que son exageradas, más vale prevenir que lamentar.

2.      Después de haber hecho todo lo que está en nuestras manos, hacer oración. Hay que recordar que Dios no nos dejará nunca solos y que eso debe motivarnos a enfrentar la incertidumbre cada vez que se anuncia un nuevo caso.

3.       En los lugares en los que las Misas públicas han sido suspendidas, aprender a valorar las celebraciones, porque como las tenemos siempre al alcance de la mano, suele pasar que se nos vuelven costumbre e incluso las dejamos pasar.

4.      Tener presente que somos frágiles. Que el mito del superhombre es justamente eso… ¡un mito! Tenemos valor, somos creativos e inteligentes, pero este tipo de cosas nos recuerdan que estamos de paso y que hay que aspirar a una vida con mayor amplitud de miras hacia la trascendencia.

El pánico no es la salida. Puede resultar comprensible, pero si tenemos fe, si realmente hemos optado por Jesús, debemos de aprender a medir la vida desde otro ángulo. Renunciar a lo meramente cuantitativo, para abrirnos a lo cualitativo; es decir, a la acción de Dios que supera nuestros parámetros. Consagremos el momento que nos está tocando vivir a María Santísima para que ella siga velando por nosotros.