Hay momentos en nuestra vida en los que creemos que todo está perdido, nos duele el corazón, nos sentimos perdidos, sentimos que no valemos nada y que nadie puede ayudarnos, son experiencias en la que nuestra finitud se hace presente demasiado fuerte. Son momentos tristes y, normalmente, tenemos que enfrentarlos solos, pues como dice el poeta: “en momentos de mayor dificultad o de frustración la gran mayoría de los que están a nuestro alrededor se alejan y nos dejan solos”. Recuerdo aquí que el Jesús de Marcos lo sintió en la cruz: “Entonces todos sus discípulos lo abandonaron y huyeron” (Marcos 14,50) y también se sintió así de su Padre Dios al que le obedeció en todo: “Padre porque me has abandonado” (Marcos 16,34). El también vivió esos momentos terribles y devastadores que nos invitan a no seguir adelante.
Todos pasamos por esas situaciones y también, todos experimentamos la tentación de tirar todo a la basura y de decir ya no vale la pena seguir adelante. Son instantes de la vida en los que uno se pregunta para qué nació o para qué estar vivo; ideas de muerte pasan por nuestras mentes y se nos presentan como una oportunidad. Es obvio que la solución no es tirar todo a la basura y dejarse morir, eso no es solucionar un problema sino generar uno que no sabemos de qué dimensión es. Son los momentos en los que hay que animarse, fortalecerse, motivarse y estar dispuesto a que todo sea mejor. Hay que hacer algo, tenemos que seguir batallando.
He tenido muchos momentos de esos. Tengo que darle gracias a Dios que he podido salir delante de cada uno de ellos. Muchas veces las derrotas, las soledades, las frustraciones, etc., me han puesto en situaciones límites que me han producido angustias, depresiones y tristezas. Seguro que mi experiencia de Dios y los valores en los que he sido formado han sido fundamentales para salir adelante. Les comparto unas reflexiones al respecto, por lo menos es lo que hago cuando estoy en esas situaciones.
1. Hay que asumir la derrota, la frustración, el error, el resultado negativo. Esto es, hay que aceptar que estamos viviendo un momento duro y difícil. Negarlo es una manera de darle más poder para que nos acabe. Eso forma parte de la vida. Si hay que sufrirlo tendrás que hacerlo. Usar el mecanismo de defensa de la racionalización da algo de paz, pero no quita el problema; por ello, lo mejor es enfrentar la realidad tal cual es y vivir el momento con la total pasión. Embriagarse, drogarse y huir de la situación no es una buena solución, ya que no soluciona nada y sí nos aleja de la preparación necesaria para enfrentar la realidad.
2. Hay que tener claro que siempre hay una oportunidad y hay que aferrarse a ella trabajando duro por alcanzarla. Es muy seguro que en medio de la dificultad no se vea ninguna luz pero siempre la hay y la tenemos que alcanzar. Es decir, asumo mi dolor y mi tristeza, sé que todo está mal, pero estoy seguro de que se puede salir adelante. Esa es la mejor auto-motivación. Es como cuando mi sobrino está haciendo un rompecabezas y ante una pieza que no podemos ubicar siempre me dice, ¡tranquilo, tio, siempre cabe en algún lugar! Te juro que aunque no lo creamos siempre hay una solución.
3. Hay que seguir luchando. La única manera de alcanzar la salida es caminar hacia ella. Cuando peor nos sentimos es cuando más tenemos que trabajar y luchar con más fuerza. Nadie sale de un mal momento sentado y esperando que pase hay que estar en actitud de lucha y tratar de motivarnos en cada momento para encontrar la mejor salida.
4. Hay que mantenerse firme en los valores fundamentales que rigen la vida. Muchas veces esos son los momentos más tentadores para traicionar los valores y salir corriendo a vivir los que se muestran como una inmediata solución. Es el momento de ser fuertes y coherentes con lo que hemos pensado y hemos elegido como fuerzas que coordine nuestra vida.
5. Hay que aferrarse a Dios. Al Dios del amor. Sin fanatismos, sin rezos exagerados sin cultos con lógica comercial –de oro y me das aquello-. Tratando de encontrarlo como el que más nos ama y siempre quiere para nosotros lo mejor. Seguro que con el salimos adelante (Isaías 43,1-7)
Lo importante es entender y comprender que se puede salir adelante, que no todo está perdido y que siempre somos capaces de reír en el futuro de lo que en el presente nos ha hecho llorar.
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