El mundo está cansado de cristianos que proclaman conocer la doctrina correcta y que están comprometidos con los valores correctos, pero en quienes no hay gracia alguna. Comprender mal la espiritualidad produce gente presumida, farisaica e insensible. La verdadera espiritualidad se releja en una vida de gozo, sencillez, adoración, gratitud, servicio, humildad, valentía y verdad. Siempre su característica principal es el amor. Y si tomamos con seriedad el amar a Dios, debemos empezar por las personas, todas las personas; especialmente debemos aprender a amar a aquellos que por lo general el mundo desecha.